Eran las 7 y 30 de la mañana del domingo, cuando me llamaron al celular para decirme que vaya con dirección al circuito de playas. Minutos después, me confirmarían lo peor, habían 2 muertos en el lugar. Se trataba de un accidente de tránsito. Sin embargo, pese a que tengo 8 años y medio como periodista, cubriendo todo tipo de hechos, muchos policiales, y centenares de muertes, nunca sentí tanto dolor como ese día.
Llegué y la escena era terrible, un cuerpo fuera del auto y el otro atrapado entre los fierros retorcidos. Un sereno se me acerca y me cuenta entonces, que el muchacho que estaba fuera del vehículo, salió conciente, caminando, pero que a los pocos segundos, el cansancio le ganó, se durmió y falleció recostado. El golpe en la cabeza fue fatal.
Pero lo mas terrible llegaría después. Creanme que he visto muchas muertes, y he tenido que presenciar por mi trabajo, muchos lamentos y llantos de los familiares, pero el de este domingo, fue realmente desgarrador.
Llegó la madre, conviviente, tías y primas del primer muchacho Miguel, y entonces al verlo, simplemente se desmoronaron de dolor. Cayeron al suelo, empezaron a gritar, empezaron a reprocharle a Dios por qué le había pasado esto a él, por qué a él, y entonces sucumbí de tristeza. Ver a una madre llorar por su único hijo es realmente penoso, ver a la mujer con la que compartió los 5 años de su vida, intentando ser fuerte, es peor. Miraba y remiraba un tatuaje en su brazo, un tatuaje que Miguel también tenía, con las iniciales de ella, el y el hijo de ella que el criaba como suyo. Miguel era un hombre tan bueno que amaba y cuidaba al niño como suyo, su madre también lo veía como nieto.
En algún momento intenté consolar a esta joven muchacha diciéndole que él no sufrió, que murió dormido, contándole lo que me dijo el sereno. Ella me lo agradeció, sonrió, respiró profundo y se tranquilizó, pero al rato su respuesta me explicó que nadie puede entender lo que ella estaba pasando hasta no pasar por lo mismo, me dijo: pero nada me lo va a devolver, ya no estará conmigo.
Al poco rato, llegaron también los primos y amigos de este muchacho y empezaron a llorar desconsoladamente, golpeaban al auto que intentaban culpar de la tragedia. Nunca antes vi llorar tan efusivamente a un hombre, y noté, sentí que era sincero.
Uno de ellos, tenía la mirada perdida, veía el carro, a sus 2 amigos muertos, se jalaba el cabello, y entonces escuché que decía: yo debí estar ahí con ellos. Era el único, quizás el mas conciente, que abandonó la reunión en tragos una hora antes, y que decidió tomar un taxi y no viajar en ese auto que los llevó a la muerte.
Realmente ahí comprendí cuánto dolor puede sentir la familia ante la inesperada pérdida de su ser querido. Pero si creen que es todo, no lo es... Al poco rato, llegó la segunda familia, la de Juan Carlos. La tía se quebró y el primo también borracho, empezó a gritar, quería ver el cuerpo y empezó a pelear con la policía, con su propia familia, no entendía razón. En algún momento lo cuestioné sin embargo luego le escuché decir algo, que me hizo entender su reacción: Tu sabes acaso como duele verlo así? Y lo entendí, porque Juan Carlos estaba desfigurado, de su rostro quedaba muy poco, porque el efecto del golpe, del choque, cayó sobre él que manejaba el vehículo.
A los minutos llegó la mamá, quiso acercarse pero no la dejaron, la contuvieron, entonces ella preguntó: Está muerto? Le hicieron una seña confirmatoria, y ella gritó: NOOOOO, no hay peor que eso, que el grito de una madre que en ese momento confirma que su hijo, su bebé como lo llamó esta muerto.
Comenzó a decir: por qué, mi bebé? El padre, también estaba en shock, todos intentaban contener sus emociones porque sufría de diabetes emotiva...
Pero por qué les cuento esto, y por qué lo describo con tanto detalle, para que piensen antes de manejar, piensen en su familia, en quienes quieren, en su dolor.
Realmente es terrible, se sufre mucho, estuvo a punto de quebrarme y llorar con ellos, pero no lo hice, me contuve y saqué fuerzas para llamar a mi familia, a mis amigos y decirles, pedirles que por favor no manejaran ebrios, contarles lo que vi.
Lo comparto con uds, porque en Navidad y Año nuevo se abusa del alcohol, en realidad todos los días. Piensen en su familia, piensen en el dolor, piensen en uds. mismos, no tomen si manejan, y si toman, pues aborden un taxi, llamen a una agencia, pero no manejen...
No se crean listos, super hombres, super poderosos, esos que A mi no me pasa nada, porque pasa y los mata... Aquí no solo importa manejar bien sino estar con los reflejos al 100% porque el resto maneja mal. Por Dios, no tomen si van a manejar, sino pidan un taxi.. es mi mensaje por Navidad, el mejor regalo que les puedo dar: escribirles, compartir una experiencia que los pueda concienciar y evitar que pongan en riesgo sus vidas y las de los demás.